jueves, 27 de febrero de 2014

Repensar la movilidad a través de la sostenibilidad

Publicado en Paisaje Transversal Blog:


Calmar el tráfico constituye un instrumento para el diseño de un sistema de transporte urbano más eficaz, sostenible y adaptado a las necesidades de los ciudadanos. Aunque el libro no tiene desperdicio, en este foro-debate destacamos el interés de los ejemplos de técnicas de calmado del tráfico que siguen a la explicación detallada de los criterios de planeamiento y los instrumentos estructurales y normativos orientados a la movilidad sostenible.
 
A continuación podéis leer «Del medio ambiente a la sostenibilidad», el  texto extraído de Calmar el tráfico. Pasos para una nueva cultura de la movilidad urbana, un libro escrito por Alfonso Sanz Alduán para el Ministerio de Fomento en 2008. Queremos dar las gracias al autor por proporcionarnos este fragmento del primer capítulo de esta publicación.

Del medio ambiente a la sostenibilidad
Por Alfonso Sanz Alduán
 
 
Un factor que impulsa la transformación de la disciplina del tráfico es la irrupción de los conflictos ambientales globales y del concepto de sostenibilidad. Lo que en los años setenta del siglo pasado era un conflicto de ajuste del tráfico con el medio ambiente, se ha transformado ahora en un reto global: la sostenibilidad. La permanencia de este concepto en el discurso social y político y en los medios de comunicación se traduce necesariamente en un nuevo discurso técnico que atiende, en este caso, a la sostenibilidad de la movilidad.
 
La cuestión, como ocurre con todos los términos que sufren el uso y el abuso de los media, es discernir sus significados e interpretaciones. Indudablemente no parecen estar hablando de lo mismo sectores tan diversos como los fabricantes de automóviles los vendedores de gasolina o los grupos ecologistas. 
 
Para unos la «movilidad sostenible» consiste en que el ajetreo de personas y mercancías siga incrementándose indefinidamente aunque, eso sí, aprovechando lo mejor posible los recursos energéticos y materiales requeridos y reduciendo sus impactos. Para otros, sin embargo, la «movilidad sostenible» no puede más que representar precisamente una reflexión sobre los límites de nuestra movilidad, sobre los límites de las demandas de desplazarse y desplazar bienes de aquí para allá, de una punta a otra del planeta o de un extremo a otro de la ciudad. 
 
En el ámbito de la planificación y del trabajo de los técnicos de la materia, el apellido «sostenible» debería también remodelar parte de la estructura de la disciplina, como se explicaba más arriba en relación al paso del tráfico a la movilidad. La sostenibilidad obliga a reformular también el objeto de estudio, los métodos e instrumentos de análisis y las herramientas de intervención. 
 
Respecto al objeto de estudio, la sostenibilidad amplía el ángulo de visión de los problemas de la movilidad, haciendo hincapié en relacionar los desplazamientos con sus consecuencias ambientales, tanto las de carácter más local (contaminación del aire, ruido, ocupación de suelo fértil, fragmentación del territorio, etc.) como las de tipo global (cambio climático, biodiversidad, agotamiento de recursos, etc.).
 
 
Esa preocupación por los aspectos globales se refuerza al considerar que la movilidad se confronta con la sostenibilidad no sólo en el momento de los desplazamientos (fase de circulación), sino en todos los eslabones de una cadena de actividades y procesos que son necesarios para que dichos desplazamientos se produzcan. La movilidad es, por tanto, también, la fabricación, reparación y desecho de los vehículos, la construcción, gestión y mantenimiento de las infraestructuras o la extracción y transformación de los combustibles.
 
Como es sabido, la sostenibilidad no es sólo ambiental sino también social y, por consiguiente, obliga a considerar también las consecuencias sociales del patrón de desplazamientos: la salud, la convivencialidad, la autonomía de los diversos grupos sociales, etc. son elementos a considerar en cualquier balance del modelo de movilidad vigente. 
 
Tras el dramático cuadro de la accidentalidad afloran otros efectos sociales negativos como el miedo y la preocupación, los cuales desembocan en la inhibición de los modos de desplazamiento peatonal y ciclista y, por consiguiente, en una creciente inequidad del sistema de movilidad y de la capacidad de desplazamiento autónomo de un enorme grupo de la población (niños, ancianos, personas de movilidad reducida).
 
Esas mismas consecuencias de la peligrosidad se alían con el dominio del espacio público por parte de la función circulatoria frente a los demás usos y actividades de las calles. La estancia y la comunicación en el espacio público, que constituyen parte esencial y fundamento de la vida callejera, se quiebran. Y con ello se deterioran las redes de comunicación vecinal que sirven de cimiento al bienestar e incluso a la salud; como ya mostró Donald Appleyard en los años setenta del siglo pasado, existe una relación inversa entre volúmenes de tráfico e interacción social en el espacio público constituido por la calle (Appleyard, 1981).
 
 
 
Problemas ambientales y sociales que afronta la movilidad.
 
Sostenibilidad global
 
· Escasez de materiales y energía 
· Destrucción de la capa de ozono 
· Cambio climático por emisión de gases de efecto invernadero 
· Disminución de la biodiversidad 
· Lluvias ácidas 
 
Sostenibilidad local 
 
· Ocupación de suelos fértiles 
· Intrusión visual 
· Contaminación de suelos y aguas
· Impermeabilización del suelo 
· Ruptura de las relaciones entre lo urbano y el entorno natural

Sostenibilidad social y económica 

· Deterioro de la salud derivada de la contaminación y el ruido 
· Accidentes 
· Miedo, preocupación y estrés en el uso de las calles. 
· Deterioro de la salud como consecuencia de la sedentarización 
· Reducción y perturbación de la comunicación vecinal en el espacio público 
· Disminución de la autonomía de ciertos grupos sociales como niños y ancianos 
· Reducción de la autonomía de las personas con discapacidad 
· Efecto barrera de las infraestructuras para los vecinos 
· Incremento del gasto y la inversión en movilidad en detrimento de otras necesidades sociales 
· Tiempo dedicado a los desplazamientos
 
 
Admitida esa expansión de las preocupaciones vinculadas a la movilidad, es evidente que se requieren también nuevos métodos para integrar la información ambiental y social con la estricta de los desplazamientos. No se trata de añadir nuevos capítulos decorativos, con datos y análisis ambientales y sociales, a los planes de tráfico convencionales, sino de desarrollar metodologías que faciliten la comprensión del fenómeno ambiental y social de la movilidad. Las acciones, los planes y las propuestas que apelan a la movilidad sostenible tienen que realizar, por tanto, un contraste sistemático entre los objetivos de movilidad y los objetivos de sostenibilidad. 
 
Esa incursión en terrenos antes alejados de las preocupaciones de la ingeniería del tráfico se salda con una mayor complejidad de agentes involucrados: la movilidad sostenible es un asunto transversal, es decir, que atañe a múltiples facetas de la actividad social y económica: a las relaciones sociales en el espacio público, al mercado laboral, al medio ambiente, a la salud, a la educación, al modo de hacer ciudad, al destino de las inversiones públicas, a la cultura del uso y cuidado del espacio colectivo, etc. 
 
De ese modo, las estrategias y políticas de movilidad no puedan restringirse a un ámbito de la administración o de los agentes sociales y económicos, sino que se extiende a la mayoría de ellos. Se puede así hablar de una transversalidad vertical (todos los escalones de la Administración) y de una transversalidad horizontal (todos los departamentos de cada administración y todos los agentes sociales y económicos). 
 
No hay que olvidar, por último, que la sostenibilidad tiene una exigencia novedosa en relación al sujeto de estudio. No se trata sólo de acoger las necesidades del conjunto de la población, sino también de escuchar su voz. La movilidad sostenible se debe caracterizar por integrar procesos de participación social en los que se pueda escuchar la voz de todos, incluso la de los que normalmente no están bien representados en la «opinión pública», como los niños o las personas mayores. 
 
Así, la participación en los planes y proyectos de movilidad urbana sostenible, tampoco debe ser un nuevo capítulo decorativo que añadir a los documentos exigidos por las administraciones, sino un elemento que modifica los procedimientos y fases de trabajo. Y lo mismo cabe decir de las medidas que surjan del capítulo de propuestas, que únicamente deben ser puestas en marcha mediante los mecanismos correspondientes de información y sensibilización social.
 
Alfonso Sanz Alduán es geógrafo, matemático y técnico urbanista, miembro de GEA 21. Ha trabajado como consultor en una treintena de ciudades españolas, colaborando en su planificación urbanística y de movilidad.
 
 
Créditos de las imágenes:

Imagen 1: Los peatones deben ser los principales protagonistas de los modelos de movilidad urbana sostenible (fuente:http://www.bestinjurylawyers.com/)
Imagen 2: Aportaciones de peatones y ciclistas a la sostenibilidad (fuente: Alfonso Sanz)
Imagen 3: Calle peatonal en Donostia (fuente: http://cosasquepasanensansebastian.files.wordpress.com/)
Imagen 4: Barrio con tráfico calmado (fuente: Wikipedia)
Imagen 5: Acción durante la Semana de Movilidad Sostenible en Madrid 2012 (fuente: http://madridfree.com/)

1 comentario:

  1. posiblemente si el casco urbano del centro, estuviera cortado al trafico de vehículos a cuatro ruedas
    todos los días del año , la promoción de la bicicleta en Alcalá seria como el agua de mayo,
    que en cuanto caen unas gotas empieza a florecer todo.
    juancarlos

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